martes, 29 de septiembre de 2009

"Cupcakes"

Cada ciudad tiene su propio...¡No! Cada ciudad tiene...¡¡NO!! Cada ciudad en su inmensa inmundicia (I bloody like that)...
An excuse, let's start all over again.
Cada ciudad tiene una cuota de inmesa inmundicia que inspira a cínicos como yo a escribir sobre la belleza (su belleza, de ella). Sí, sí, ya lo sabemos, la indescriptible belleza del paisaje citadino y sus patéticos y pequeños humanos. Héme aquí, allí, and every fucking where.
Podrán tratar de reivindicar lo espectacularmente hermoso que es ser humano, pero nunca un lugar común me ha revuelto las entrañas de tal manera (tal, como esta. Esta manera).
Por eso cuento historias, porque de la inspiración divina de Nova recibo ideas aberrantes para que vengan después estos proyectos de "normalitos" a decirme que estoy fuera de mis cabales. Un simple bocinazo matutino es capaz de sacar en mí los brotes de repulsión más firmes que conozco (porque probablemente sean los únicos que conozca). No confundan realidad con apestosa adolescencia. Creo que cualquier ser que porte del carnet de la cordura estará de acuerdo en que es preferible buscar la forma más original y auténtica de adultez, que una adolescencia acnéica y hormonal que me hace brotar; (y como buen brote) que mejor que salir a comer pasto meado por un gato en celo. Si digo que odio a los adolescentes miento. No, no miento, o miento un poquito, porque preferiría que un cupcake gigante intente pegarme patadas voladoras a volver a ver a alguno de esos pelotudos que se masturban pensando en como quedaría la de filosofía con un conjuntito de mucama.
(Realmente debo estar sedienta de adolescencia).
Pero retomando los ámbitos mucamiles, me pregunto si a Sócrates le hubiera gustado verme a mí bailando bandana vestida de japonesa colegiala. Tengo un extraño sentido de la relación de conceptos. Y hablando de conceptos, escuché que la mejor manera de conciliar el sueño es no tener idea de lo que es un concepto, pero a la vez me refuto tristemente, porque yo no sé que es un concepto, y no puedo dormir. O sí puedo dormir pero sueño conceptualmente, ¿Se entiende?
A eso debería sumarle la consideración del árbol gris, el cual excreta humus como balanzas en primavera, verano. Temporada hot para la compra pelotudo-masiva que me lleva a sacarme fotos de los pies fumando marihuana (sí, los pies fuman marihuana) y donando poemas de desamor a mis riñones de la infancia (cuestión de piel).
Ahora, siguiendo con el hilo argumental de la historia, volvamos a la adolescencia en un viaje efervescente de hambre y ternura, obsesión y abstinencia, y bulimia sentimental. Ahí vamos a encontrar el origen de todo. El trauma y la compostura, la pelea y la desfibrilación de las arterias de nuestro cuaderno idiosincrático. Un viaje por el tiempo quebrando el túnel del prejuicio.
En ese estado de urbanización del lóbulo parietal derecho, la historia comienza a divisar a lo lejos una figura femenina. Alegremente saluda con un ademán protocolar y ahí, llegando de la esquina se vuelve la otra ella, a la que se le iluminan los ojos y comienza a correr. Fin de la historia de amor.
Recordando una película inglesa también decidí que sería una buena idea pedirle al corazón que no bombee tanta sangre al pensar en la extracción involuntaria del hígado.
Una boa constrictora llegó a esa esquina, envolvió en su pestilente viscocidad a "la otra" sonriente, le trituró los huesos como una trituraría una cerealita, y la puso en el horno para preparar un rico marmolado de lesbiana en celo.
Y la otra lloraba, claro.
Después de haber abandonado oficialmente las drogas, la boa volvió a sentir deseos de acostarse con un hombre, pero era tarde para la otra... el postre había quedado demasiado rico.
Varias amigas de Nova me dijeron que les gustaría ver en torno a la tierra, un aura de sentido común y ballet de panes bimbo. La verdad es que prefiero que del pétalo de cada flor que arranqué en mi vida se aparecieran palabras reveladoras, o frase anti-idiotizantes. Pero por el momento me resigno a correr en parque para quemar la calorías del cupcake gigante que comí (Qué patada voladora al intestino) después de haberme deprimido por darme cuenta de lo lesbiana que soy, y darme cuenta de que me comí a la novia de mi mejor amiga, y que para agregarle la cereza al postre le dije a mi novio: "No sos vos, soy yo"

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