Demián y Milena fueron amigos por muchos años. La verdad es que ninguno de los dos quiso pasar el límite de la amistad si bien sabían que sentían cosas mucho más fuertes, y tenían mucha química. No por nada andaban a los golpes y buscando alguna excusa para acercarse de tanto en tanto.
Cuando terminaron el secundario las cosas no volvieron a ser iguales, gradualmente la amistad fue desvaneciéndose; estudiaban en diferentes universidades y se veían cada vez menos. Tampoco hablaban por teléfono, como solían hacerlo a diario en sus tiempos adolescentes.
Cuando hubieran cumplido veintitrés años, los dos habían dejado de hablar por completo y sus vidas, sus caminos, se bifurcaron de manera abismal.
Acaso una curiosidad o un capricho del azar, los uniera tres años más tarde en el lugar que frecuentaban a la salida del colegio. Una fuente en Parque Lezama, es la que se sentaban a imaginar que eran personajes de una historia de fantasía heróica.
Milena estaba cansada de su trabajo y de su carrera, a menudo se cuestionaba haber elegido correctamente, y esa tarde, hastiada y pensativa, decidió tomar un poco de aire fresco en la plaza que tanto la llenaba de inocentes recuerdos.
El estaba ahí, contando palomas, con un paquetito de maíz en la mano; feliz, pero solitario. Ella se acercó escéptica y le dijo: -Vos te acordás de mí ¿no?-
-¿Cómo no me voy a acordar?, ¡me robaste el corazón por más de diez años!-
-Esa es una declaración atrevida señor...-
-¿Me va a juzgar señorita?-
-Supongo que no, pero...¿qué lo trae por acá Don Demonio?-
-Si me deja invitarla un café le cuento.-
-¿Usted invita dijo?-
-¡Pero claro!-
-¡Dale!-
Se sentaron en el cafecito Derby, ahí en la esquina del parque, hablaron durante horas, como si no hubiese pasado el tiempo en absoluto.
Pronto empezaron a verse seguido, a compartir los mismos lugares de antes, y a sentir el mismo cosquilleo en el estómago que cuando se corrían por la plaza para pegarse. Fueron amigos otra vez.
Tomando un té por Recoleta, una tarde cálida y azul, supieron que las cosas iban a cambiar para siempre...
-Demián... yo sé que vas a pensar que te estoy jodiendo, pero estoy enferma.-
-Sí, eso es evidente.-
-No idiota, estoy hablando en serio, la razón por la cual estuve ocupada estas últimas semanas es que estuve haciéndome estudios.-
-¿Pero qué tenés?-
-Tengo cáncer Demián, y no sé cuanto más vaya a vivir.-
Vivió dos meses más, dos semanas después de ese encuentro en Recoleta empezó a perder fuerzas y el resto del tiempo lo pasó en su casa porque el dolor se le hacía cada vez más insoportable.
Demián la visitaba a diario, y siempre hablaban de sus locuras juveniles y sus lugares favoritos.
Demián decidió que debía tener algún testimonio de las últimas palabras que le diría a Milena... Ella conservaba su sentido del humor aun en su momento de dolor más agudo, solía burlarse, incluso, de su inminente muerte.
-Mirá, las últimas palabras que yo te diría nena, son...No sé que te diría...-
El día que él dijo sus verdaderas últimas palabras, Milena sintió que el dolor de un momento a otro desaparecía, consumido por un poder mucho más grande y abarcativo, miró con brillo todas las cosas que la rodeaban... y en su último aliento, sonriendo y con lágrimas en los ojos le dijo: -Demián, mis últimas palabras son... Perdonáme... por haberme comido todo el gohan.-
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