miércoles, 26 de marzo de 2008

Como decir adiós

Demián y Milena fueron amigos por muchos años. La verdad es que ninguno de los dos quiso pasar el límite de la amistad si bien sabían que sentían cosas mucho más fuertes, y tenían mucha química. No por nada andaban a los golpes y buscando alguna excusa para acercarse de tanto en tanto.

Cuando terminaron el secundario las cosas no volvieron a ser iguales, gradualmente la amistad fue desvaneciéndose; estudiaban en diferentes universidades y se veían cada vez menos. Tampoco hablaban por teléfono, como solían hacerlo a diario en sus tiempos adolescentes.

Cuando hubieran cumplido veintitrés años, los dos habían dejado de hablar por completo y sus vidas, sus caminos, se bifurcaron de manera abismal.

Acaso una curiosidad o un capricho del azar, los uniera tres años más tarde en el lugar que frecuentaban a la salida del colegio. Una fuente en Parque Lezama, es la que se sentaban a imaginar que eran personajes de una historia de fantasía heróica.

Milena estaba cansada de su trabajo y de su carrera, a menudo se cuestionaba haber elegido correctamente, y esa tarde, hastiada y pensativa, decidió tomar un poco de aire fresco en la plaza que tanto la llenaba de inocentes recuerdos.

El estaba ahí, contando palomas, con un paquetito de maíz en la mano; feliz, pero solitario. Ella se acercó escéptica y le dijo: -Vos te acordás de mí ¿no?-

-¿Cómo no me voy a acordar?, ¡me robaste el corazón por más de diez años!-

-Esa es una declaración atrevida señor...-

-¿Me va a juzgar señorita?-

-Supongo que no, pero...¿qué lo trae por acá Don Demonio?-

-Si me deja invitarla un café le cuento.-

-¿Usted invita dijo?-

-¡Pero claro!-

-¡Dale!-

Se sentaron en el cafecito Derby, ahí en la esquina del parque, hablaron durante horas, como si no hubiese pasado el tiempo en absoluto.

Pronto empezaron a verse seguido, a compartir los mismos lugares de antes, y a sentir el mismo cosquilleo en el estómago que cuando se corrían por la plaza para pegarse. Fueron amigos otra vez.

Tomando un té por Recoleta, una tarde cálida y azul, supieron que las cosas iban a cambiar para siempre...

-Demián... yo sé que vas a pensar que te estoy jodiendo, pero estoy enferma.-

-Sí, eso es evidente.-

-No idiota, estoy hablando en serio, la razón por la cual estuve ocupada estas últimas semanas es que estuve haciéndome estudios.-

-¿Pero qué tenés?-

-Tengo cáncer Demián, y no sé cuanto más vaya a vivir.-

Vivió dos meses más, dos semanas después de ese encuentro en Recoleta empezó a perder fuerzas y el resto del tiempo lo pasó en su casa porque el dolor se le hacía cada vez más insoportable.

Demián la visitaba a diario, y siempre hablaban de sus locuras juveniles y sus lugares favoritos.

Demián decidió que debía tener algún testimonio de las últimas palabras que le diría a Milena... Ella conservaba su sentido del humor aun en su momento de dolor más agudo, solía burlarse, incluso, de su inminente muerte.

-Mirá, las últimas palabras que yo te diría nena, son...No sé que te diría...-

El día que él dijo sus verdaderas últimas palabras, Milena sintió que el dolor de un momento a otro desaparecía, consumido por un poder mucho más grande y abarcativo, miró con brillo todas las cosas que la rodeaban... y en su último aliento, sonriendo y con lágrimas en los ojos le dijo: -Demián, mis últimas palabras son... Perdonáme... por haberme comido todo el gohan.-

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