Recuerdo como nos conocimos; ese día aburrido, me disponía a realizar un paseo por la placita que está cerca de la estación “San Isidro R”, ahí por donde todos los sábados se instala una feria hippie no muy diferente a las que se ven en capital. Antes de salir de casa, a unas cuadras de Av. Boedo y San Juan, el teléfono empezó a sonar con remarcada vehemencia; era Fer que quería que le buscara unas biografías por internet. Qué remedio, es mi amigo (pensé), y la bondad, o el altruismo en su defecto, era más fuerte que yo, mucho más fuerte.
Navegando por las redes virtuales, entré para pasar el rato a nuestro grupo (es aquel que tenemos con nuestros amigos, donde podemos escribir comentarios tontos, sobre nada, y respondernos, todos los días de la semana en los que no nos vemos), y vi unos mensajes de contenido político y existencial bastante soberbio… firmaba un tal Beno, “Y este, ¿quién es?” me preguntaba… y bastó leer que menospreciaba las ideas de los chicos, mis amigos, para explotar. Escribí insultos y amenazas, no dignos de una persona coherente, como me prefiero llamar. Decepcioné a unos, y otros, solo atinaron a reírse y enorgullecerse de que los defendiera. Yo sabía en ese entonces que si encontraba a ese Beno, lo iba a poner en su lugar sin falta.
Llegó la fiesta de cumpleaños de Gonza, y ese día apareció en escena el excéntrico y conservador Beno, (al menos yo lo vi así, esa es la impresión que me dio)… Me resultó incómodo, los chicos estaban ahí, y yo había proferido las amenazas más ridículas… incómodo, no hay otra palabra…
Con el tiempo, consiguió contactarse conmigo y empezamos a intercambiar ideas, y a divertirnos por teléfono. Nos prometimos juntarnos a escuchar Yes, y entre muchas palabras llegó el día; era incómodo (nuevamente incómodo), él, un extraño, mi situación confusa, el rechazo a cualquier tipo de sufrimiento.
Pasaron cosas de adolescente, juegos estúpidos y sin sentido; pero nunca el tiempo volvió a dos tontos histéricos, tan sinceros amigos.
Me di cuenta, después de poco más de un mes, que no podía odiarlo por ser chico, por tener miedo, por ser hombre, y sobre todo humano… entonces es cuando le ofrecí una mano, no sé si incondicional, pero la aceptó. Vi en él lo que los chicos no pudieron ver.
Yo sé que estamos en una etapa complicada, tal vez yo ya haya pasado ese momento de la vida, quien sabe… pero a veces una no se siente sola, a veces ser contradicha, dejar que una idea diferente nos cambie la perspectiva, es el mejor regalo, y/o la muestra de amor más visible, que se pueda recibir de un amigo. Tal vez jamás hubiésemos sido una pareja, y poco o nada me importa. Si esto es lo que la vida me deja cuando un amigo levanta el tubo, solo para decirte cosas estúpidas, sin sentido (pero que son las cosas estúpidas que se necesitan para alivianar la carga mundana), entonces prefiero que eso me den los días.
No la angustia de esperar y ser lastimada por una incertidumbre perforante, y la indiferencia al esfuerzo diario…
Los amigos van y vienen, pero creo que aunque no estén, los que te dejan algo, los que aportan a la formación del “espíritu”, son los que en definitiva uno llama amigos.
Me permito estar deprimida Beno, yo Valeria, yo mujer, yo humana, porque tal vez sepa que esa depresión no es más que un recurso poético para llenarse de dulzura la vida; la dulzura de las cosas que los amigos dicen o hacen.
Esos inventos (esos momentos de elocuencia y saciedad, calidez), nos marcan, sí, si bien frívolo y recurrente, es un tatuaje neuronal eterno (al menos hasta nuestra desaparición física), las marcas de las cosas que nos quedan incluso después de que unos estén y otros no.
La amistad, es un lenguaje
Un tatuaje
Wah!
A mi gran amigo y confidente
Por estar siempre ahí
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